El director islandés Hrafn Gunnlaugsson es una de las figuras más notorias en la historia del cine de su país, y de todas las películas en su filmografía que abarca tres décadas, quizás sea más conocido por la serie de largometrajes Vikingos, clásicos que estrenó entre 1984 y 1991. Definitivamente vale la pena ver tres películas, conocidas colectivamente como “Trilogía del cuervo” o “Trilogía vikinga”, incluida la última, “El vikingo blanco” de 1991, también conocida como “Embla”, por su personaje femenino principal.
Basado libremente en la narrativa histórica de la vida real, “El vikingo blanco” se desarrolla durante el reinado de Olaf I de Noruega, quien gobernó el reino durante su transición de la fe en el nórdico antiguo al cristianismo. El rey Olaf (Egill Ólafsson), un cristiano fanático, consolida su gobierno erradicando el paganismo y la tenencia de tierras de los condes. Finalmente logra derrotar a Earl Godbrandur (Þorsteinn Hannesson) y capturar a su hija Embla (Maria Bonnevie), cautiva en un convento. Para salvarla, el esposo de Embla, Askur (Gotti Sigurdarson), hijo de un poderoso jurista islandés, recibe la orden de viajar a su país de origen y bautizar a su gente.
La más lujosa, segura y visualmente lograda de las películas vikingas de Gunnlaugsson, “The White Viking” existe en varias versiones; si puede, opte por la versión del director de 2007, que se acerca más a la visión original del director con más énfasis en el personaje de Bonnevie.