El conjunto de criminales y asesinos profesionales reunidos con motivos superpuestos es suficiente para recordar las primeras comedias de gánsteres de Guy Ritchie, pero los personajes que parecen más arrancados de cualquiera de sus películas son los asesinos británicos, Lemon y Tangerine.
Tanto Brian Tyree Henry (Lemon) como Aaron Taylor-Johnson (Tangerine) son geniales en sus papeles como estos tipos duros que hablan rápido y tienen un fuerte acento, pero lo mejor de ellos son sus escenas entre ellos. Los dos son hermanos y parecen haber pasado por todo en la vida juntos desde la infancia, incluso convertirse en sicarios que se sienten cómodos realizando los actos más violentos que el dinero puede pagar.
Es en su primera escena juntos que también nos enteramos de la obsesión de Lemon con “Thomas the Tank Engine”. Va tan lejos como para mantener una hoja de calcomanías con todos los personajes del programa para poder explicárselo a la gente y colocar calcomanías según el personaje que cree que es. Tangerine piensa que es una tontería, y hay momentos divertidos en los que la pareja discute sobre la idoneidad de un programa para niños sobre trenes en comparación con sus trabajos como delincuentes.
Pero a través de toda su frustración fraternal entre ellos, también hay mucho amor que le da a la película sus pocos momentos de emoción genuina. Y esta emoción se debe a la réplica de los dos que nos hace creer que se aman como sólo los hermanos pueden hacerlo.