Imagine la situación hipotética: Ted Tally, guionista de “El silencio de los corderos”, un guión basado en la novela del mismo nombre de Thomas Harris de 1981, ejerció la máxima moderación. A pesar de la falta de sutileza de uno de los nombres del personaje principal que literalmente rima con “caníbal”, se contuvo. Resistió la tentación de pedirle a un personaje que le preguntara a otro “¿Qué te está comiendo?” y cualquier cosa que incluso insinúe a los sospechosos de la parrilla del FBI.
Pero se permitió un solo momento de debilidad, creyendo que la brevedad es la clave. Un fugitivo Hannibal Lecter llama a la agente del FBI Clarice Starling en el clímax de la película, después de que escapa de su oficina. Il appelle Clarice pour la rassurer que, par respect, il ne la poursuivra pas du tout, puis il jette un coup d’œil à son ennemi juré, le chef de l’asile dans lequel il a été enfermé, en train de descendre d ‘Un avión.
“Voy a invitar a cenar a un viejo amigo”, dijo Hannibal, haciendo una pausa antes de colgar el teléfono, casi guiñándole un ojo a la audiencia. Al escuchar la reacción resultante de la multitud en el estreno de la película, el guionista Ted Tally golpea el aire en silencio.