La guerra tiene un costo: para los países que la libran, para los soldados que la combaten, para los civiles que la sufren. Para las naciones, el territorio se gana y se pierde, ya veces se recupera y se vuelve a perder. Pero algunas pérdidas son permanentes. Las vidas perdidas nunca se pueden recuperar. Los miembros tampoco.
Y así es en Ucrania.
Las historias de amputados durante el conflicto son tan variadas como sus heridas, como lo son sus viajes de reconciliación con sus heridas. Para algunos, perder una parte de su cuerpo puede sentirse como una especie de muerte; aceptarlo es una especie de renacimiento.
Para los soldados heridos que defienden su país, su sentido de propósito y la fe en la causa por la que luchaban a veces pueden ayudarlos a sobrellevar psicológicamente la amputación. Para algunos civiles, mutilados mientras vivían sus vidas en una guerra que ya los aterrorizaba, la lucha puede ser mucho más dura.
Para los hombres, mujeres y niños que perdieron una extremidad durante la guerra en Ucrania, ahora en su tercer mes, este viaje apenas comienza.