De acuerdo a un nuevo estudioLos abejorros no solo trabajan duro, también les gusta jugar. Los científicos han observado que los diminutos insectos disfrutan haciendo rodar bolas de madera sin otra razón aparente que el placer.
“Como humanos, podemos creer que somos las criaturas más inteligentes y posiblemente las únicas en el reino animal capaces de sentimientos y experiencias subjetivos, pero ¿es eso cierto?” postula Samadi Galpayage, un Ph.D. estudiante un Universidad Reina María de Londres y autor principal del estudio.
Los estados emocionales de un abejorro
Datos recientes revelan que las abejas pueden experimentar estados emocionales tanto agradables como negativos. Por lo general, las abejas reciben recompensas de alimentos en estudios para medir sus capacidades. En este nuevo experimento, las abejas recibieron gránulos y no recibieron ninguna recompensa cuando se enfrentaron a ellas, saltando sobre ellas y empujándolas.
“El comportamiento fue voluntario y espontáneo”, explica Galpayage. “Las abejas tienen la reputación de ser muy trabajadoras, y lo son, pero la perspectiva de que las abejas participen en algo como el juego es ciertamente nueva y emocionante porque demuestra que las abejas pueden experimentar placer y no solo realizar tareas que son estrictamente esenciales para la supervivencia”. inmediato, como el forrajeo”.
Los estudios previos involucraron entrenamiento abejorros hacer rodar bolas hacia un objetivo a cambio de una golosina. Los investigadores observaron que las abejas ocasionalmente hacían rodar las bolas fuera del experimento, incluso si no eran recompensadas por ello.
“Esta observación ha planteado nuevas preguntas: ¿Qué están haciendo? ¿Cómo? ¿Es aleatorio o repetido? ¿Qué abejas hacen esto? dice Galpayage. “Dado que no había ningún incentivo para hacer rodar estas bolas, ya que a las abejas no se les dio comida para hacerlo, la observación proporcionó una hipótesis comprobable sobre si este fenómeno se parecía en algo a un juego”.
Trabaja duro juega duro
Para este último estudio, los investigadores realizaron una serie de experimentos. En uno de ellos observaron 45 abejorros en una arena cerrada donde podrían avanzar por un camino despejado hacia un área de alimentación o desviarse hacia áreas con pelotas de madera.
resulta que el los abejorros harían cualquier cosa para interactuar con las bolas. Cada participante hizo rodar las pelotas de una a 117 veces durante el experimento. Según los investigadores, el hecho de que lo realizaran repetidamente sin recompensa de comida implica que el proceso fue satisfactorio por derecho propio.
En otro experimento, 42 abejas lograron entrar en dos cámaras de colores, una con bolas y otra sin ellas. Cuando se les dio a elegir entre dos cámaras sin bolas, las abejas eligieron la cámara del mismo color que la anterior que contenía las bolas.
Las bolas rodantes no les proporcionaron comida, escombros claros o ayudas para el apareamiento en ninguno de los estudios. Mover las bolas no servía para nada excepto para Que la pases bien.
Definición de “juego”
Para definir el rodar de la pelota como un “juego”, los científicos midieron la acción contra una estructura con cinco criterios. Esto incluía la idea de que el comportamiento no contribuía a las estrategias de supervivencia, comenzaba en un ambiente libre de estrés y era inherentemente placentero.
“Lo que es más importante, descubrimos que las abejas se involucraron repetidamente en la actividad de hacer rodar la pelota a pesar de la ausencia de un incentivo externo, como buscar comida/compañeros/refugio. Más bien, el comportamiento fue gratificante en sí mismo, que es el juego”, dice Galpayage.
También encontraron que los patrones de juego de las abejas cambian con la edad, lo que es paralelo al de otros mamíferos jóvenes. Las abejas más jóvenes estaban más involucradas con las pelotas que las abejas más viejas, y los machos hacían rodar pelotas durante períodos de tiempo más largos que las hembras.
“El hecho de que las abejas puedan jugar es un descubrimiento importante para la ciencia porque proporciona más evidencia de que un insecto puede experimentar algo parecido al placer”, dice Galpayage. “Personalmente, encuentro fascinante este comportamiento porque nos dice que las abejas, como muchos otros animales, son más que pequeños seres robóticos, pero tienen un comportamiento y una vida más ricos de lo que pensábamos anteriormente”.
Fuente del estudio: conducta animal— ¿Los abejorros juegan?