Nuestro mundo está obsesionado felicidad, con libros de autoayuda y positivismo tóxico a cada paso. Si bien la felicidad parece grandiosa, el objetivo de esforzarse por alcanzarla no es realista y deja un sabor amargo en la boca cuando no se puede lograr. Comúnmente se nos dice que “todo es una cuestión de mentalidad” o que debemos “aprovechar el momento y vivir el momento”, pero todo esto es realmente un comportamiento de evitación.
Los humanos están evolutivamente programados para vivir en el pasado y el futuro y son lo que le dio a nuestra especie las habilidades de aprendizaje y planificación para llegar a donde estamos. Por ejemplo, lamentar es un mecanismo asombroso para aprender de nuestros errores y evitar repetirlos en el futuro. La preocupación también puede motivarnos a cambiar nuestra situación futura y ahorrarnos más pérdidas.
Varios trabajos de investigación han demostrado que las emociones típicamente negativas nos protegen de ser maltratados por otros, consolidan límites y alientan a las personas a respetar nuestros intereses. Enfado es útil en las negociaciones y estos estados de ánimo pueden hacernos menos crédulos y más escépticos, llevándonos a decisiones más meditadas. Ignorar estas preciosas emociones está relacionado con el exceso de confianza, creyendo que generalmente eres mejor que los demás y que puedes causar todo tipo de problemas en las relaciones.
Nuestro enfoque excesivo en la psicología positiva implica que tenemos control total sobre nuestras emociones, mientras que aceptar que este no es el caso podría hacer maravillas para nuestros salud mental. Algunos argumentan que esta táctica ha sido eliminada y promovida por las sociedades capitalistas y los políticos para trasladar la responsabilidad del sufrimiento a nosotros mismos, en lugar de la salud mental y los sistemas socioeconómicos fallidos en la vida real.
Es importante recordarnos que no poder lograr el objetivo de felicidad está bien, y tener esta meta inalcanzable solo conduce a una mayor culpa y frustración. Hay tantas otras emociones y experiencias preciosas además de la felicidad, el filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson resume este hecho a la perfección: “El propósito de la vida no es ser feliz. Debe ser útil, ser honorable, ser compasivo, marcar la diferencia por haber vivido y vivir bien”.